La subversión de la virilidad. Mito, sacrificio y mística en el pensamiento de Georges Bataille
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias SocialesEste ensayo se pregunta si existe en la producción intelectual, literaria y política de Georges Bataille una subversión del mal entendido como deseo viril por la soberanía y el poder. Para ello, se aborda la conceptualización que Bataille hizo sobre la virilidad en tres momentos distintivos de su obra. El primero es durante su militancia en el movimiento Contre-Attaque, en la cual concibió a la virilidad como una voluntad beligerante contra el fascismo. El segundo corresponde con la fundación de Acéphale y la creencia de que la virilidad implicaba la aprehensión heroica de la existencia entera y no solo aquella impuesta por la civilización moderna. Finalmente, el tercer momento es marcado por 'la experiencia interior', a la cual defiendo como el itinerario meditativo en el que el deseo viril se ve desarticulado. El ensayo concluye, sin embargo, planteando críticas y preguntas sobre esta misma experiencia.

			A lo largo de su obra filosófica y literaria, Georges Bataille tuvo un marcado interés por la
Como explicaré más adelante, la forma en la cual Bataille concibió a la virilidad durante su militancia en Contre-Attaque posee un carácter violento, orientado por el
Motivado por el ascenso del fascismo en Europa a principios de la década de 1930, Bataille creyó que la única forma de cambio político era emplear el mismo tipo de acción violenta que el fascismo ejercía, pero en su contra. De ahí que sus escritos de la época tuvieran un estilo panfletario que convocaba reiteradamente al movimiento armado. En estos textos, Bataille imaginó una virilidad violenta, con un fuerte deseo de control y de certeza por la realidad política.

		En torno a la segunda época, abordaré la razón detrás de la creación de la sociedad secreta Acéphale. Frente a la imposibilidad del cambio social directo, Bataille figuró una nueva forma de contestación política, que teorizó en sus ensayos 'La estructura psicológica del fascismo' y 'El aprendiz de brujo'. Bajo la mirada de estos dos textos, analizaré la ideología radical que reunía a los miembros de Acéphale, expuesta por ellos mismos en los escritos publicados en su revista homónima. A lo largo del apartado, explicaré por qué Bataille decidió encauzar su acción política a la creación de mitos anti-modernos, aquellos cuya ritualización llevan al ser humano al límite de su ser. Finalmente, dilucidaré las motivaciones políticas que tuvieron los miembros de la sociedad secreta para querer consumar el ritual más insólito: el sacrificio humano.

		Los motivos de Acéphale guiarán mi posterior examinación sobre la última parte de la obra de Bataille, la cual corresponde al momento más extremo de su giro interiorista. Expondré el pensamiento filosófico que desarrolló después de la ruptura de la sociedad secreta, reunido en sus obras:
Durante la primera mitad de la década de 1930, existió en el continente europeo una intranquilidad generalizada por el ascenso del fascismo, causando que los círculos intelectuales se preocuparan críticamente por la acción política.

			

				

				

					
En contraposición al surrealismo, Bataille optó por la vieja mole marxista: la creencia de que el cambio social emana de las fuerzas de las clases bajas. Únicamente 'los movimientos del corazón' del proletariado desarticulan el ciclo de la historia con 'su inmenso desorden y su vulgar codicia'.

			

				

				
Creemos que de las dos fuerzas hostiles que se involucrarán en la lucha por el poder, los fascistas y la gente, la fuerza que tome la delantera será la que se muestre más capaz de dominar los eventos e imponer un poder implacable a sus adversarios. Lo que exigimos es una organización coherente, disciplinada organización, toda su voluntad esforzándose con entusiasmo hacia el poder popular; éste es el sentido de responsabilidad que debe corresponder a quienes mañana deben ser los amos, quienes deben subordinar el sistema de producción a los intereses humanos.

			

				

				

					
En este período, la virilidad tuvo el sentido de la lucha armada, del enfrentamiento directo y vehemente por parte del proletariado con el objetivo de irrumpir el curso dominante de la historia. No obstante, a pesar de estas impetuosas motivaciones, Contre-Attaque tuvo su fin para mediados de 1936. Rubin Suleiman señala que 'no hubo muchos que lo lamentaran -ni siquiera Bataille, quien probablemente se percató de que un programa masivo de acción armada en la calle que se apropiara de los significados del fascismo para otros fines, habría llegado a ser peligrosamente cercano al fascismo
La respuesta que se dio Bataille marcó el inicio del giro interiorista. A finales de 1936, fundó la sociedad secreta Acéphale, junto con Roger Callois, Michel Leiris, Georges Ambrosino, entre otros. Como explicaré más adelante, el objetivo de
En 'La estructura psicológica del fascismo', Bataille postula que la sociedad moderna está compuesta por dos partes mutuamente excluyentes: la parte homogénea y la parte heterogénea. La primera refiere al orden útil de la civilización, instituido por el Estado a partir de su estricta autoridad, en la cual los individuos mantienen relaciones de mercado, cada uno valiendo por lo que produce.

			

				

				

					
Por otro lado, la parte heterogénea refiere a todo aquello que debe ser excluido para mantener la estabilidad de la civilización. Lo heterogéneo es lo contrario a la producción útil, cobrando la forma del
La teoría sobre lo heterogéneo tuvo una relación estrecha con el ascenso del fascismo, pues Bataille creía que las cabecillas fascistas eran elementos heterogéneos impuros, que se servían del poder soberano para organizar a la sociedad
El mito como motor de cambio no fue una propuesta aislada, sino que coordinó la agenda ideológica de Acéphale. La sociedad secreta tuvo un rostro público: una revista de nombre homónimo que editó cinco ejemplares. En ella, los miembros de Acéphale publicaron textos donde defendían el pensamiento heterogéneo que los emplazaba. El primer número abre con el ensayo titulado 'La conjuración sagrada', escrito por Bataille, donde postula la necesidad de salir de la civilización, porque condujo a los humanos a tener una vida con una falta fundamental. Para ir en contra de este mundo que reemplazó el éxtasis por la productividad, Bataille clama como imperativo: 'SOMOS FEROZMENTE RELIGIOSOS'.

			

				

				

					
La religiosidad de Acéphale tuvo como núcleo el mito de la muerte de Dios proclamado por Nietzsche. Jean Wahl escribe en su artículo 'Nietzsche y la muerte de Dios':

			Así como otros filosofaron en presencia de la divinidad, Nietzsche lo hizo […] en presencia de la ausencia de divinidad, y esto es sin duda más terrible. […] Nietzsche piensa que el hombre debe querer siempre y sin cesar la muerte de Dios. […] Para que el hombre sea verdaderamente grande, verídico, creador, hace falta que Dios esté muerto.

			

				

				

					
La postura de Wahl sugiere que, para convertirse en un sujeto
Nietzsche quiere que el poder de disponer del hombre […] sea
Monnerot argumenta que, para que el hombre se reapropie de sí mismo, debe tener una aspiración febril por el derroche esplendoroso, en el cual uno aprehende la existencia entera: la muerte, la belleza, el éxtasis.

			Acéphale nutría su religiosidad de la figura de Dioniso quien, condenado a la tragedia por haber nacido en el vientre fulminado de su madre Sémele, representaba el ícono de la locura, el delirio y la embriaguez.

			

				

				

					
Es suficiente con este vistazo para poder valerse de la expresión
De esta convergencia entre antifascismo y filosofía nietzscheana, Acéphale creó un mito nuevo: el hombre acéfalo. Este representa la pérdida de la razón divina que da libre paso a la pasión desenfrenada. La descripción que hace Bataille de él resulta contundente por enfatizar aquello que el acéfalo le remueve:

			Más allá de lo que soy, reencuentro un ser que me hace reír porque no tiene cabeza […]; tiene un arma de hierro en su mano izquierda, llamas que parecen un corazón de sacrificio en su mano derecha. Reúne en una misma erupción el Nacimiento y la Muerte. No es un hombre. Tampoco es un dios. No es yo, pero es más yo que yo: su vientre es el dédalo en el que se perdió a sí mismo, en el que me pierdo con él y en el cual me vuelvo a encontrar siendo él, es decir, monstruo.

			

				

				Bataille, 'La conjuración sagrada', en
Los mitos ideados por los miembros de Acéphale tomaron la forma de lo irracional y lo imposible con el propósito de confrontar la ideología útil de la sociedad. El hombre acéfalo es un mito anti-moderno, que pone en jaque a Dios, a la razón, y al hombre enajenado por el trabajo útil. Es el mito de la virilidad heroica que dispone de la heterogeneidad para aprehender la existencia entera.

		Pero, ¿cómo eran los rituales de Acéphale? Si bien la sociedad secreta prodigó su pensamiento en su revista, esta tuvo un rostro oculto, que consistía en reuniones donde los miembros ponían en práctica su ideología. Como sus encuentros eran secretos, existen pocos documentos que detallan qué ocurría en ellos. Sabemos que tenían lugar en los bosques a las afueras de París durante la noche. Bataille, quien convocaba a los integrantes, imponía prohibiciones estrictas sobre la confidencialidad de las mismas. En un pequeño texto, exigió: 'Jamás pronunciar una palabra -ni siquiera la más pequeña alusión- respecto a estos encuentros, por ninguna razón ni en presencia de quien sea'.

			

				

				

					
Sabemos por dos confesiones que el ritual más insólito que Acéphale quiso llevar a cabo fue el sacrificio humano. Caillois revela que 'en la exaltación del momento, parecía que nada que fuese menos que un sacrificio humano sería capaz de ligar las energías tan profundamente como era necesario para llevar a cabo una tarea inmensa'.

			

				

				

					
En el libro
Con la destrucción de la víctima, los espectadores sufren, a su vez, una suerte de destrucción interna: 'el sacrificio abrasa como el sol que lentamente muere de la irradiación pródiga, cuyo brillo no pueden soportar nuestros ojos, pero no está nunca aislado y, en un mundo de individuos, invita a la negación general de los individuos como tales'.

			

				

				Bataille,
Una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, y después de la separación de la sociedad secreta, Bataille emprendió por sí mismo la búsqueda del ritual heterogéneo que lo despojaría de su condición como hombre útil. Este período marca el viraje más extremo del giro interiorista, en donde la voluntad viril conduce a Bataille a situarse a sí mismo en el lugar de la víctima sacrificial. Para comprender esta permutación, explicaré, primero, cómo Bataille concibe a la contraparte de la virilidad, a saber, la feminidad. Para ello, analizaré a los personajes de la novela
El protagonista de la novela es un hombre joven que transita embriagado por París: 'en el frío de la noche, camina por la calle semi-desnudo sosteniendo su pene erecto frente a él'.

			

				

				Suleiman, 'Bataille in the Street', 64.

			42 Encantado por la fiebre erótica, entra a un burdel donde encuentra a la prostituta Madame Edwarda. Aunque el protagonista se aproxima a ella dueño de sí, Edwarda lo desarma con facilidad: 'En un instante su mano se deslizó, me rompí súbitamente como un vidrio y temblé en mis calzones'.

			

				

				

					
Después de consumar el acto sexual, ambos personajes salen a la noche de París. En algún punto de la caminata, Edwarda pasa por debajo de una bóveda, desapareciendo de la mirada del protagonista, mostrando que ella puede ir a 'donde el narrador no puede; ella está perdida mientras él está encontrado. […] Mientras el narrador describe continuamente el presentimiento de la ausencia, la muerte y la pérdida, Edwarda consigue esta ausencia; en efecto, ella es esta ausencia'.

			

				

				

					
Una vez que pudo pasar la bóveda, se encontró con Madame Edwarda, colérica, que sufrió repentinamente un ataque convulsivo:

			La contemplación de estos retortijones causó en el narrador una sensación similar a la descrita en el sacrificio humano: 'Su sufrimiento estaba en mí como la verdad de una flecha: sabemos que entra en el corazón, pero con la muerte […]. Ante un silencio tan negro, hubo un salto en mi desesperación; las contorsiones de Edwarda me arrancaban de mí mismo y me arrojaban sin piedad hacia un más allá negro como se entrega al condenado al verdugo'.

			

				

				
Sean P. Conolly, en el ensayo 'Georges Bataille, Gender, and Sacrificial Excess', explica que las posiciones de género de los personajes de la novela no son una coincidencia. Madame Edwarda, quien encarna la posición femenina, 'es esencialmente constituida, o de-constituida, como la noche misma; ella se vuelve un vórtice, una ausencia, un hoyo negro'.

			

				

				Connolly, 'Georges Bataille, Gender…', 119.

			49 Su sexo revelado es Dios, en tanto que representa el elemento más sagrado para Bataille: 'una herida, una marca terrorífica y hermosa de castración y de la emergencia de la vida desde la laceración'.

			

				

				

					
Bataille explica que la ontología inacabada no afecta directamente a los humanos. En la historia de la humanidad existió algo decisivo que nos separó del resto de los entes, 'en una palabra, los hombres se distinguieron […] por el
El estudio que Bataille hace sobre la transgresión se diferencia de la actitud científica, en donde el objeto de estudio se sitúa afuera de la experiencia de los científicos, convirtiéndolo en una cosa. Por el contrario, sugiere que a la transgresión 'debemos [tomarla] en consideración como el movimiento del ser en nosotros mismos'.

			

				

				
Uno de ellos es el erotismo de los cuerpos porque, desde la perspectiva de Bataille, el acto sexual tiene una estructura similar a la del sacrificio humano:

			El amante no disgrega menos a la mujer amada que el sacrificador que agarrota al hombre o al animal inmolado. La mujer, en manos de quien la acomete, está desposeída de su ser. Pierde, con su pudor, esa barrera sólida que, separándola del otro, la hacía impenetrable; bruscamente se abre a la violencia del juego sexual desencadenado en los órganos de la reproducción, se abre a la violencia impersonal que la desborda desde fuera.

			

				

				Bataille,
Una lectura apresurada podría interpretar lo anterior como un acto de violación, en donde el hombre abusa sexualmente del cuerpo de la mujer. Pero, como fue señalado antes, en el sacrificio humano, el verdugo siempre invierte su posición: él mismo pasa a ser parte de la destrucción de la víctima. En el acto sexual, 'el sujeto se identifica con el objeto que se pierde. Si hace falta, puedo decir que, en el erotismo, YO me pierdo'.

			

				

				
En última instancia, la transgresión del erotismo revela la
En pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, Bataille escribió tres libros que componen la
Bataille advierte que su objetivo difiere del misticismo cristiano, ya que éste centra su preocupación en la salvación. Por el contrario, la experiencia interior es soberana: niega cualquier amparo divino. Si el misticismo cristiano es la aprehensión de un deseo consumado, la experiencia interior es un suplicio, en el cual Bataille se desnuda de cualquier poder, deseo o certeza. Renuncia a la narcótica ilusión humana de
Por desconocer el sentido de su existencia, Bataille está atravesado por la pregunta omnipresente. 'El hombre interroga y no puede cerrar la herida que una interrogación sin esperanza abre en él: '
Para sufrir la experiencia interior se debe soportar virilmente la noche del no-saber como 'la audacia de una loca ignorancia: dejarse abrasar, gritando de alegría, esperar a la muerte -en razón de una presencia desconocida, incognoscible; transformarse uno mismo en amor y luz ciega, una perfecta ininteligencia del sol'.

			

				

				Bataille,
En la tradición cristiana, la comunicación ontológica ocurre en la unión mística con Dios, la cual es provocada por un itinerario meditativo complejo. Los místicos requerían de un objeto específico sobre el cual meditar sostenidamente: la imagen de Cristo crucificado, las sagradas escrituras, la eucaristía, el concepto de Dios, entre otros. Las prácticas meditativas de Bataille fueron inspiradas particularmente por Ángela de Foligno, a quien leyó ávidamente durante la Segunda Guerra Mundial.

			

				

				Bataille,
Una vez meditaba sobre el gran dolor que Cristo sufrió en la cruz, y pensaba en los clavos de las manos y de los pies, los que, como había escuchado, habían introducido trozos de carne hasta dentro de la madera. Deseaba ver al menos un poco de esa carne de Cristo que los clavos habían introducido en la madera. En ese momento experimenté un dolor tan grande por ese sufrimiento de Cristo que no pude tenerme de pie, sino que me doblé y me senté, e incliné mi cabeza sobre los brazos que extendí hacia el suelo. Fue entonces que Cristo me mostró su garganta y sus brazos. Entonces la tristeza de antes se transformó en una alegría tan grande que no me es posible decir cosa alguna.

			

				

				

					
Ángela dramatiza en su interior el dolor que la crucifixión representa, conduciéndola al sufrimiento extremo y, por lo tanto, al límite de su ser. Que el cuerpo lacerado de Cristo sea el objeto de meditación de Ángela no es una coincidencia religiosa. Para Bataille, 'el extremo del sufrimiento del otro conduce no sólo a su propia disolución, sino también a la disolución de quien contempla ese sufrimiento. Es a través de esta laceración y pérdida de sí que la comunicación entre el yo y el otro ocurre'.

			

				

				

					
Particularmente, me fijaba en la imagen fotográfica -o, a veces, el recuerdo que tengo de ella- de un chino que debió ser ajusticiado viviendo yo. […]. Al final, el paciente, con el pecho desollado, se retorcía, con los brazos de punta en la cabeza, espantoso, horrible, rayado de sangre, hermoso como una avispa.

			

				

				Bataille,
Esta fotografía produce en el interior de Bataille lo que fervientemente buscó con Acéphale: el incendio sagrado del sacrificio humano. Aunque el joven chino no estuviera muerto, sino al borde de la vida, 'la fragilidad del cuerpo humano proyectado en momentos de sufrimiento supremo se vuelve la base del drama extático de Bataille'.

			

				

				Hollywood,
Gracias a la contemplación del suplicio del joven chino, Bataille experimentó la danza frenética del mito anti-moderno más radical: la
Cuando considero mi venida al mundo […] una suerte única decidió la posibilidad de este
Bataille advierte que su nacimiento no es lo único determinado por la suerte. Al no haber ninguna certeza existencial, Bataille, que ya ha nacido, está en el borde fácilmente franqueable entre el ser y el no-ser, entre la vida y la muerte. Esto lo explica con el ejemplo del gancho:

			He visto sobre un tejado grandes y sólidos ganchos, plantados a media pendiente. Si suponemos un hombre cayendo desde la cima, por suerte podría engancharse en uno de ellos por un brazo o una pierna. Precipitado desde la cima de una casa, me aplastaría contra el suelo. ¡Pero si ahí hay un gancho, podría detenerme al pasar! Un poco después podría decirme: 'Un arquitecto previó un día ese gancho sin el cual yo estaría muerto. Debería estar muerto: pero no ha sido así, sigo en vida, habían puesto un gancho'. Mi presencia y mi vida serían ineluctables: pero no sé qué de imposible, de inconcebible sería su principio. Advierto ahora, al representarme el impulso de la caída, que nada existe en el mundo más que por haber encontrado un gancho. Ordinariamente, evitamos ver el gancho. Nos concedemos a nosotros mismos un carácter de necesidad. Se lo concedemos al mundo, a la tierra, al hombre. Con el gancho que ordena el universo, me he abismado en un juego de espejos infinitos. Ese juego tenía el mismo principio que la caída bloqueada por un gancho. ¿Se irá más lejos en la intimidad de las cosas? Yo temblaba, no podía más. Un arrobo íntimo, enervante hasta las lágrimas: renuncio a describir este
La contemplación del suplicio revela la contingencia absoluta que habita en Bataille. Saberse radicalmente accidental abre en él su herida ontológica: la certeza de que ningún saber, ningún objeto, ninguna acción colmará su inacabamiento. Bataille escribe, rebosado de angustia:

			EL OBJETO DEL ÉXTASIS ES LA AUSENCIA DE RESPUESTA DEL EXTERIOR. LA INEXPLICABLE PRESENCIA DEL HOMBRE ES LA RESPUESTA QUE LA VOLUNTAD SE DA, SUSPENDIDA SOBRE EL VACÍO DE UNA ININTELIGIBLE NOCHE; ESA NOCHE, DE UN EXTREMO AL OTRO, TIENE EL IMPUDOR DE UN GANCHO.

			

				

				
Frente al inminente ascenso del fascismo, Bataille concibió una voluntad viril que pudiera enfrentarse directamente a la política totalitarista de su época. El modelo era un hombre proletario, férreo, con poder práctico y el deseo soberano de tomar a la historia por sus riendas, sin importar que el proceso conllevara un mal violento hacia otros u otras. Después de la disolución de Contre-Attaque y la creación de Acéphale, la noción de virilidad sufrió un viraje en la obra de Bataille. Si bien continuaba siendo interpretada como una voluntad heroica, sus medios políticos cambiaron drásticamente. Ya no sería la lucha armada, sino la creación de mitos y la práctica de rituales antimodernos lo que podría efectuar el cambio político. De ahí que los miembros de Acéphale glorificaran deidades heterogéneas, como el acéfalo, la muerte de Dios o Dioniso. Su objetivo era la aprehensión de la existencia completa, aquella que la civilización moderna les había prohibido. Sin embargo, ante la imposibilidad de consumar el ritual heterogéneo por excelencia, a saber, el sacrificio humano, Bataille emprendió por sí mismo su singular experiencia interior.

			Rubin Suleiman asegura que, a pesar del giro interiorista, la noción de virilidad que motivó la experiencia interior es la misma que la de la época de Contre-Attaque. Desde su interpretación, es la virilidad violenta la que funge como coraza y motor para soportar la vulnerabilidad que la aceptación de la contingencia metafísica supone. Argumenta que la experiencia interior es una renuncia de lo femenino, considerado como lo débil e informe, ya que es un acto 'dominante y viril (Bataille luego dirá soberano) porque escoge activamente su rompimiento [
El recorrido de la obra de Bataille que he expuesto a lo largo del artículo muestra una conclusión diferente a la que Rubin Suleiman propone. Es cierto que en la
Sin embargo, el pensamiento filosófico de Bataille, así como su itinerario meditativo, no están libres de problemas. La misma Hollywood le critica que, en su filosofía,
Por otro lado, la herida es representada como el espacio de la feminidad, puesto que, en su obra, la mujer resume y desvela la negatividad del hombre. Ella posee, en su cuerpo, los elementos heterogéneos de la muerte, el erotismo, lo irracional y lo abyecto. Yo me pregunto, ¿esto no resulta en una reproducción de la estructura de género patriarcal en donde la mujer, una vez más, toma la posición de un sujeto pasional, mientras el hombre se sitúa jerárquicamente sobre ella con su capacidad racional y su acción política? Peor aún, si el hombre sólo puede aproximarse a la mujer como si ella representara a la muerte, ¿significa que, para Bataille, no existe una manera de construir relaciones horizontales entre ambos géneros?

			De esta pregunta deviene una tercera crítica: el único vínculo empático que Bataille tiene durante su experiencia interior es con un cuerpo lacerado, que sufre el extremo del dolor. 'La pregunta crucial es por qué la apertura al otro y la comunicación son entendidos como herida'. 
			 
				 
				Hollywood, ''Beautiful as a Wasp'', 235. 
			92 ¿Por qué es necesario que los términos que comunican, que comparten suelo ontológico, sean destruidos, descuartizados, muertos? ¿Será porque la voluntad heroica de los hombres viriles los blinda de tener empatía por el otro u otra a menos que sea a través de las experiencias más cruentas? ¿No es posible concebir otras formas de vinculación humana?

			La obra de Bataille muestra la ambivalencia y el ciclo contradictorio de lo que implica subvertir a la virilidad desde la virilidad. Contrario a lo que plantea Rubin Suleiman, creo que la experiencia interior pone en jaque al deseo viril por el poder, la soberanía y la certeza. Sin embargo, lo hace porque estos son los mismos valores que la voluntad viril dispone como esenciales. En el imaginario de Bataille, lo que existe es un juego polar y dialéctico entre desear serlo todo o desear ser nada. En última instancia, no propone la construcción de una voluntad anclada en la empatía, el cuidado o la vulnerabilidad emocional. No identifica, finalmente, que, para construir una sociedad heterogénea, también requerimos de una vinculación que no sea ni violenta ni soberana con los otros y otras con quienes compartimos ontológicamente el mundo.

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